Comenzamos diciembre, el mes de las celebraciones por excelencia. Diciembre es tiempo de estrechar lazos, presenciales o a distancia, y también de darnos algún capricho, tiempo de mimar cuerpo y alma y, para ello, vinos y alimentos juegan un papel muy importante. Es en esta época en donde acostumbramos a quemar nuestros mejores cartuchos para vestir de gala nuestras mesas.

Uno de estos alimentos de lujo es la trufa, a la que se le conoce como el diamante negro de la gastronomía, un hongo de perfume encantador que conquista paladares, un preciado y delicado manjar que embellece los platos.

Las trufas son el acompañamiento ideal para un buen vino: blanco, tinto o espumoso, por lo que sin duda son el ingrediente de lujo más amigable con el vino, con el que forman un tándem incomparable para vestir las mesas en esta época del año.
Armonías entre vinos y trufas

Sólo en Francia existen hasta 30 clases distintas de trufas pero sin duda, la reina indiscutible del mercado trufícola es la trufa negra (tuber melanosporum) cuya temporada va de mediados de noviembre hasta el mes de abril.

La experta en maridajes, Fiona Beckett, afirma que las trufas negras son excelentes cómplices de los vinos de Burdeos donde predomina la variedad cabernet sauvignon, o de los tintos de Ródano y sus equivalentes del nuevo mundo, vinos que también forman lazos estrechos y favorecedores con las setas.

Sobre las trufas blancas nos dice que armonizan perfectamente con e...