Hace unos días fuimos a un establecimiento de Barcelona a hacer un brunch, algo que al parecer está muy de moda a tenor de la cantidad de demanda que había, realmente estaba a tope y todo reservado. Nosotros íbamos sin reserva así que amablemente nos dijeron que era imposible comer, pero no sé cómo lo hicimos (supongo que algo tuvo que ver el encanto de Marga, mi  mujer) que de pronto, después de hablar un par de veces con la chica que atendía en la puerta, nos vimos dentro del local sentados en un mesa. Hay días con suerte. Ese fue uno de ellos. No salía de mi asombro, pero allí estábamos con la carta delante de las narices, dispuestos a pedir la comanda. Yo llevaba bastante claro que me pediría unos huevos Benedict, casi que iba suspirando por ellos. Confieso que yo soy más de tapear o de sentarme a comer con cuchillo y tenedor, con primer plato, segundo y postre. Pero ya digo que las circunstancias hicieron que acabásemos haciendo el brunch y yo personalmente saboreando unos fantásticos huevos. Fue así como caí en la cuenta de que no tenía esta receta tan conocida en mi blog. Además, de pronto saltaron todas mis alarmas, pues los huevos Benedict llevan por encima salsa holandesa y esta fue precisamente una de las primeras salsas que recuerdo que hice cuando hace cosa de siglo y medio, cuando era un chaval, me dio por cocinar. Si no recuerdo mal la vi en un programa de Arguiñano y se me antojó dicha salsa. También, si no recuerdo mal, para ha...