Hace nueve años un grupo de amigos nos pusimos el reto de invitar a nuestras parejas a una comida singular.   Se trataba de ver si eramos capaces de diseñas, preparar y elaborar un menú completo a base de pequeñas porciones, de tapas.
La idea, en principio, parecía descabellada.   Eramos tres amigos y salvo uno, que presumía de "cocinillas", ninguno de los otros dos tenía ni idea de cocinar.  También resultaba descabellado pensar que seriamos capaces de elaborar más de una docena de platos diferentes para sorprender a nuestras parejas y amistadas.   Y el último problema que teníamos que resolver es si con una sucesión de tapas, quedarían saciados nuestros invitados.    Pues bien, cada uno de estos inconvenientes, o problemas, fue resuelto con ilusión y trabajo. Lo de no saber cocinar siempre es un handicap cuando se trata de preparar una comida para una docena de invitados.    Para resolver el problema, en esa primera edición de lo que pomposamente llamamos "feria de las tapas", decidimos elaborar un menú muy sencillo.   Para ello elegimos pintxos tradicionales, como la gilda, y elaboraciones fáciles y viejunas como "endivias con crema de roquefort".   Y el plato estrella, un taco de bacacao rebozado sobre cama de verduras.
Para el segundo dilema, la capacitación para hacer del orden de 150 tapas, recurrimos al trabajo.  Madrugamos mucho y a las ...