Hace mucho tiempo que voy a las grandes superficies solamente a por ciertas cosas. La carne, la fruta, la verdura y el pescado, los compro en mis sitios de confianza. Pero últimamente, y gracias a Sergio, me estoy convirtiendo en una consumidora consciente, acostumbrándome a mirar la procedencia de cada producto que adquiero. Nada tiene esto que ver con una exaltación del patriotismo, que también podría ser, puesto que en España tenemos una variedad y calidad alimentaria tremenda, sino con algo que va más allá. Cada vez que depositamos un producto cualquiera en nuestro carro de la compra, estamos contribuyendo entre otras cosas, a la explotación de personas en otras partes del mundo o al cambio climático, sin ir más lejos. ¿Nunca os habéis planteado por qué un producto que viene de la otra punta del mundo es más barato que uno de aquí" ¿Y los costes de transporte" ¿Y los aranceles" ¿Y la mano de obra" Esos productos no están ahí para que el consumidor gaste menos, sino para que la industria alimentaria gane más y para acabar con el pequeño comercio y los productores a pequeña escala, sobre todo los locales.Es cierto que los precios de esos productos son imbatibles, pero no nos dejemos engañar, ni la calidad es la misma, ni los controles de seguridad por los que han pasado tampoco. Lo barato al final sale caro y generalmente es nuestra salud la que lo acaba pagando. Por eso os animo a convertiros también en consumidores conscient...